Sala de prensa

Apariciones en prensa

Victoria Plantalamor «Fondos europeos para un proyecto claro de país»

Artículos de opinión
06 de octubre de 2020

Artículo de opinión de Victoria Plantalamor
“Fondos Europeos para un proyecto claro de país”
Expansión – 06/10/2020

El Fondo Europeo de Recuperación que contempla la inyección a España de 140.000 millones de euros entre ayudas directas y préstamos, puede representar una baza muy importante para que nuestra economía supere sus actuales dificultades. Se trata de un importante volumen de recursos, el equivalente al 12% del PIB, que aun no siendo la panacea (recordemos que la ayuda nos llegará en el período 2021-2024), pueden constituir, si se orientan bien, el impulso que necesitamos para poder terminar de acometer la transformación del tejido productivo hacia una economía digital y unas empresas sostenibles.

No es la primera vez que la ayuda procedente de la Unión Europea ha contribuido positivamente al desarrollo económico y social de España. Ya ocurrió a partir de nuestro ingreso en la UE, cuando afluyeron a nuestro país ingentes fondos que contribuyeron a las décadas siguientes al desarrollo de España. Baste recordar que entre 1994 y 2006 recibimos el grueso de los fondos, casi 100.000 millones de euros, que sirvieron para dotarnos de una moderna red de infraestructuras, entre las mejores del mundo, cuyo efecto inducido sobre el resto de la economía ha sido altamente beneficioso. En esa época, España fue un ejemplo de buena gestión y administración de aquellos recursos, especialmente para los países que se sumaron después a la UE, y así debería ser en las actuales circunstancias.

No obstante, informaciones como las que hace unos días se conocían, que apuntan a que España apenas ha gastado el 34% de los fondos comunitarios que le fueron asignados en el último período presupuestario de la UE, entre 2014-2020, son un llamamiento clamoroso a cambiar la gestión de la asignación de los fondos, y debería llevar a nuestras autoridades a reflexionar sobre el mejor modo de reforzar y engrasar la maquinaria administrativa para que no se pierda ni un solo euros al que España tenga derecho para impulsar la reconstrucción económica. Incluso, si la obtención de dichos fondos implica, por exigencia de la UE, que algunos de los proyectos deban ser cofinanciados por el estado. Si queremos y exigimos a la UE que nos apoye en la salida de la crisis, debemos estar dispuestos a cumplir con nuestra parte.

Si, por el contrario, dejásemos pasar este tren o no fuéramos capaces de canalizar toda esta ayuda, aparte de los enormes problemas económicos actuales, sumiríamos al país en una profunda crisis estructural de la que solamente podríamos salir con un gran coste para los ciudadanos de ésta y de futuras generaciones En consecuencia, debemos impedir una crisis institucional cuya manifestación más inmediata sería la incapacidad para elaborar, gestionar y elevar propuestas que se traduzcan después en ayudas o líneas blandas de financiación que tanto necesita nuestra economía.

A propósito de este importante reto, hay que decir que la deriva que ha tomado la política en España adolece de falta de ambición y autoexigencia y, desgraciadamente, exhibe una sobreabundancia ideológica que en nada beneficia a nuestra economía. Olvidamos con mucha frecuencia que el progreso del que disfrutamos no ha sido milagro de un día, sino el fruto de una continuidad y del esfuerzo de muchos españoles durante muchas décadas. Y lo mismo ocurre con las instituciones que han creado el ecosistema necesario para la convivencia en paz, y nos han dado seguridad y confianza para desarrollar una sociedad próspera que hoy debemos preservar por todos los medios.

Quizás nuestros problemas no sean solo una cuestión de falta de recursos económicos, sino, también, de tener un proyector integrador, basado en la en la escucha y el diálogo de todas las partes y que resulte lo suficientemente atractivo para que todos los asumamos como propio y nos pongamos a trabajar en la misma dirección.

Es evidente que necesitamos recursos económicos en esta hora compleja de nuestra economía pero también actitudes de autoexigencia, de responsabilidad, de compromiso y de ejemplaridad por parte de todas las personas que formamos parte de la sociedad española. Dicho de otra manera, como bien decía Ortega y Gasset, necesitamos que cada uno de nosotros, desde su puesto de trabajo o desde su posición en la sociedad, cumpla sencilla y llanamente con su obligación.

Por proceder de una familia empresaria sé por experiencia que sólo se llega lejos cuando el objetivo se fija en la distancia y existe acuerdo sobre la necesidad de encaminarse hacia él, porque la promesa que depara su consecución es seductora y augura beneficios para quienes forman parte del proyecto. Hoy, España, debería ser esa empresa familiar integradora, que señala un punto de destino en el horizonte y que, para su consecución, cada uno de sus integrantes no escatima esfuerzos, pero tampoco desprecia un ápice de entusiasmo en el avance, sabedores de que el futuro que nos aguarda deberá ser mejor.